Agua de coco

Publicado el: 25 de mayo de 2025

Cuando eran niñas, mis tías siempre se quejaban con mi abuela de que mi madre, La Lesbia, era su favorita. En una ocasión, mi abuela se frustró tanto que dijo: “Las quiero a todas por igual. Rezo por todas por igual. Pero desde que Lesbia era una niña, siempre ha traído comida a casa de donde sea que va. Siempre trae algo para su mamá y su papá. Donde sea que esté, Lesbia piensa en mí y en papá. ¿Me preguntan por favoritas? Nadie es mi favorita. Es solo que a Lesbia se le hace más fácil mostrar y recibir cariño.”

Esa historia se me quedó grabada, porque mi madre siempre la honra con su comportamiento. Recuerdo viajar por la Ciudad de Guatemala cuando era niña, rumbo a casa de mis abuelos, en La Ocho Negro (el autobús negro número ocho). Mi mamá cambiaba de bus cerca de los Burger Shops, una cadena de restaurantes, para recoger los pays de piña y manzana que tanto le gustaban a mi abuelo.

A medida que el cerebro de mi madre va y viene entre sus recuerdos, continúa pensando en sus padres. En los restaurantes, cuando le preguntamos si ya terminó su plato o si quiere comer más, nos dice que ya terminó, gracias, y pregunta si puede llevarse lo que le queda de comida para su mamá y su papá.

Mi madre ha perdido la mayor parte de su vocabulario y a veces es difícil entender lo que intenta decir. Aun así, hay ciertas palabras y frases que sigue diciendo claramente: Hambre, cuando tiene hambre; Vámonos a la casa, a veces cuando ya estamos en casa; Mi mamá se va a enojar, generalmente cuando estamos en un restaurante o tienda y ya está oscureciendo. También dice Déjame, cuando le insistimos con sus pastillas o tratamos de ayudarla a ir al baño. Dice Mamita, no llore a los nietos cuando hacen berrinche; y Mala cuando algo no le gusta; y Toy bien para asegurarnos que está bien. Y, muy seguido, Esto para mi mamá, cuando aparta comida.

Hemos reemplazado el agua normal con agua de coco para mantener a mamá hidratada. Mamá no toma agua pura, al menos no sin luchar. La marca que le compramos ha estado agotada por al menos una semana y media.

Ayer, llevé a casa una marca diferente. Le di la botella a mamá en el carro mientras manejábamos por Skokie desde su masaje (a mamá le encantan sus masajes, tenemos la suerte de tener un centro accesible cerca de casa) hacia la casa de mi hermano. Noté que había dejado de tomar su agua y cuando insistí, probó un poco y luego volvió a detenerse.

Unos minutos después le pedí si podía darme un poco. ¡Tengo sed! le dije. Ella me miró tímidamente y dijo “No”, pero sonriendo como si estuviera bromeando. Volví a pedirle unos minutos después, y dijo: “Mmm, poquito. Para mi mamá.”

Me alegra que haya decidido compartir un poco del agua de coco de su mamá conmigo y no me tomaré su rechazo inicial de forma personal.

Abuelita Meches (mi abuela materna) debió haber estado feliz en el cielo ese día, ya que nos envió un regalo. Poco después de nuestro intercambio de agua de coco, apareció un arcoíris en la dirección en la que íbamos manejando.

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